A días del fallecimiento del Papa Francisco, cuando el mundo habla de su obra, el sello argentino quedó inmortalizado en cada gesto. Corría 2016 cuando el Sumo Pontífice celebró una misa histórica con la canonización del Cura Brochero, el primer santo nacido y criado en suelo argentino.
En ese contexto, Francisco eligió un vino cargado de sentido y pertenencia: un Torrontés blanco bautizado “Todos”, que fue el resultado de una producción colectiva con uvas provenientes de pequeños viñateros de seis provincias argentinas: Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y Río Negro.
El Arzobispado de Mendoza fue el encargado de certificarlo como vino apto para misa, y desde allí se embarcó rumbo al Vaticano. «Todos» fue la síntesis de una mirada inclusiva y federal que caracterizó el pontificado de Jorge Mario Bergoglio.
Este vino, elaborado en colaboración por el Fondo Vitivinícola, la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR) y el INTA, no tuvo etiqueta, ni marca comercial, fue sin fines de lucro, y con la única vocación de unir al país en una copa consagrada, en el marco de la canonización del primer santo argentino.