Seguramente alguna vez notamos que nos agarró el ataque de ansiedad y fuimos a la heladera o alacena a comernos lo primero que se nos cruce por el camino. En estas ocasiones, es importante frenar un segundo e identificar si ese consumo de alimentos obedece a una sensación de hambre real o emocional.
Según describió la Licenciada en Nutrición Roxana Galetto en su cuenta de Instagram (@nutricionrgale), hay dos tipos de hambre y podemos identificarlos. Mientras el hambre real aparece de a poco, uno está abierto a diferentes opciones de comidas, no es necesario satisfacer inmediatamente esas ganas de comer y frenamos cuando ya no tenemos más hambre, el hambre emocional aparece de golpe con antojos sobre determinado alimento, se tiene que satisfacer de manera inmediata, no paramos de comer cuando nos sentimos llenos y después nos agarra sensación de culpa.
De este modo, si nos dejamos llevar por el hambre emocional, ganamos calorías que no necesitamos y le marcamos a nuestro cuerpo que la próxima vez que estemos tristes, enojados, nerviosos, necesitaremos de la comida.
Por eso, señala Galetto, es importante reconocer las emociones, aceptarlas y afrontarlas sin recurrir a la comida. Compartirla con la familia, amigos o profesionales puede ayudar en el proceso.