Muchos se lo saltean, ya sea por falta de tiempo, porque prefieren pasar esos minutos extra en la cama o simplemente porque no tienen hambre durante la mañana. Sin embargo, y se habrán cansado de escucharlo, es uno de los más importantes del día porque nos cargan de energía y, además, evitará que lleguemos muertos de hambre al almuerzo. Así que si no tenés el hábito, andá incorporando alimentos lentamente, de a poco hasta que te acostumbres y no te vas a arrepentir.
Un buen desayuno tiene que estar compuesto por tres grupos de alimentos: los lácteos, los cereales y las frutas.
En el grupo de los lácteos, lo habitual es un vaso de leche, puede ser chocolatada o puede ser en el café o té. Pero si no te gusta la leche, podés incorporar este grupo alimentario de otra manera: yogurt, queso, ricota. Hay varianates. Nos aporta calcio para huesos sanos y fuertes, y además contienen vitaminas A y D y riboflavina.
En cuanto a los cereales, aquí se agrupa a los hidratos de carbono, que nos darán energía. Podemos consumir pan, tostadas, galletas, grisines o cereales propiamente dichos. Lo ideal es que no incorporen mucha grasa o azúcar.
Por el lado de las frutas, vamos a conseguir el aporte de vitaminas, minerales y azúcar. La pueden consumir entera o en jugo.
Siempre es importante medir las porciones pero no privarse de los alimentos. Si consumir todo esto durante la mañana les parece demasiado, pueden dividirlo y guardarse la fruta para la media mañana, por ejemplo. Pero nunca se olviden del desayuno, ni se salteen ninguna de las cuatro comidas.