Cuando pensamos en los porteños de 1816, tal vez no imaginamos su dieta o la imaginamos mal. Lejos de ser monótona, las personas que habitaban la ciudad hacía 200 años tenían acceso a la carne de vaca, al cordero, pescados, gallinas y pichones de palomas.
La comida callejera, tal vez un anticipo de los food-trucks, también era una cosa bastante común. Era comida vendida por las negras esclavas: empanadas, pastelitos y mazamorra.
Los locros estaban presentas, fue el plato estrella para el 25 de mayo. Ese día los restaurantes compitieron por ver quién hacía el más rico y patriótico.
Guía Oleo elaboró un ranking de restaurantes porteños para celebrar el Bicentenario de la Declaración de la Independencia.
El Histórico, ubicado en México 524, Montserrat
Fue el hogar de Felicitas Guerrero, viuda y heredera de la fortuna de Martín de Álzaga. Se enamoró de Samuel Sáenz Valiente, con quien iba a casarse, pero otro de sus pretendientes, Enrique Ocampo, furioso y despechado, la asesinó mientras estaba en su quinta de Barracas. La leyenda cuenta que su fantasma aún merodea la iglesia Santa Felicitas, que su familia construyó en su honor.
La casona donde se encuentra El Histórico fue sede de la Sociedad Argentina de Escritores, y aún cuenta con una imponente biblioteca con 2400 libros en su salón principal. Al lugar se lo presenta, además, como la «casa de José Hernández», y aunque no hay pruebas de que haya vivido ahí, solía frecuentar el lugar.
Banchero, ubicado en Suárez 396, La Boca
Fundada en 1932 por Juan Banchero, hijo del inmigrante genovés Don Agustín Banchero, siempre ostentó el título de ser la creadora de la fugazza con queso. Por su salón han pasado habitués como el actor Luis Sandrini, la actriz y cantante Tita Merello, o el músico Juan de Dios Filiberto, autor del tango Caminito. Sin embargo, su historia más ilustre tiene como protagonistas al pintor Benito Quinquela Martín y la Segunda República de La Boca, como aún recuerda uno de los diplomas que se ven en sus paredes.
Esta Segunda República había sido fundada en 1923 por Quinquela Martín, y a diferencia de la Primera, no buscaba un verdadero gobierno administrativo sino que era de carácter celebratorio y artístico. A partir del momento de su apertura, la pizzería pasó a ser la sede de las reuniones, con Juan Banchero como integrante con el título de «Emperador de la Fugazza».
El Imparcial, ubicado en Hipólito Yrigoyen 1201, Montserrat
Fundado originalmente en 1860, es reconocido como el restaurante más antiguo de Buenos Aires, y la gran novedad en el momento de su apertura era que contaba con baños, algo muy poco común en la época. Se mudó a su ubicación actual en 1933, y es hoy uno de los grandes bastiones de la cocina española, con productos traídos de la península ibérica como el pulpo o el jamón serrano, y una exquisita paella con camarones, además de una gran cava de vinos nacionales y europeos.
En épocas del Franquismo, le hizo honor a su nombre prohibiendo las charlas de política y religión, lo que lo hizo un refugio para aquellos que buscaban escapar de los enfrentamientos entre republicanos y nacionalistas. Una anécdota interesante de 1966: Arturo Illia, recientemente depuesto de la presidencia por el golpe militar liderado por el general Augusto Onganía, fue a comer al restaurante, y, al ser reconocido, todos se pusieron de pie para aplaudirlo.
El Globo, ubicado en Hipólito Yrigoyen 1199, Montserrat
El Globo fue fundado oficialmente en 1908, en una casa que perteneció a la familia Sánchez de Bustamante, pero ya existía desde antes, aunque llamado Fernández y Fernández bar y billares. Jorge Newbery, habitué del lugar, insistió en que necesitaban renombrarlo, y fue entonces llamado así en conmemoración al cruce del Río de la Plata en globo que Newbery había realizado el año anterior. Su cocina es española, y su marca más particular es el puchero, famoso en todo Buenos Aires, abundante hasta para los más insaciables. También se destacan otros platos ibéricos como el codillo de cerdo o los callos a la madrileña. Entre sus clientes frecuentes estuvieron Lola Membrives, Mercedes Sosa y Jorge Luis Borges.
El Puentecito, ubicado en Luján 2101, Barracas
El Puentecito no cierra nunca, solo en Navidad y Año Nuevo. Desde 1873 que este restó de Barracas, a metros del riachuelo, se convirtió en un clásico porteño. En algún momento era el favorito de los gauchos, luego de los trabajadores de las fábricas de la zona y, en la actualidad, recibe a todo el público que desee deleitarse con los platos de bodegón entre los que el más famoso es la tira de asado de casi medio metro, aunque la Suprema a la Maryland es también un emblema del lugar.
El ambiente es a la antigua, como debe ser, con revestimientos de madera, fotos en sepia y recortes de diario amarillentos por los años. Para entender el nombre, hay que imaginar la zona como alguna vez fue: con un pequeño arroyo atravesado por un puentecito de madera. Entre toda la vasta historia del lugar, es recordado el discurso que dio Hipólito Yrigoyen desde uno de sus balcones en 1912, antes de convertirse en presidente. Otro comensal ilustre fue el mismísimo Guy Williams (exacto, El Zorro).