Por Candela Sánchez Fourgeaux (@candelasanchezf)
Kansas es sinónimo de problematizar su consumo. ¿Las razones? Muchas, pero principalmente, el hecho de que al restaurant con propuesta norteamericana y tres sucursales en Buenos Aires, se lo suele odiar u amar, casi no existen los grises. Y ponerse la camiseta implica defenderlo o defenestrarlo, sin demasiada crítica mediante.
Es por ello, que hoy quería hablar de Kansas, el resto que ofrece lo que podría ser un fast-food de lujo en su enorme estructura, en el cual pensamos en Estados Unidos apenas ingresamos por su dimensión y las ribs con papas fritas circulando una y otra vez por los salones; por el beeper que te avisa que tu box está disponible porque el 99,9% de las veces hay que esperar para sentarse a comer allí y porque podés tomar un Arnold Palmer con tu comida. El beeper es tan ’90 y principios de los 2000 que me recuerda un poco a Grey’s Anatomy cuando corren al quirófano a operar, pero en este caso, tu mesa está lista.
Es en ese punto donde más despotrican aquellos que no gustan de Kansas: ¿Qué lo hace especial para hacer primero cola con el auto para el parking y luego esperar el beeper? Y no es que te sentás a comer foie gras, muchas veces comés nachos con un trago o una hamburguesa, entonces: ¿Cuál es el secreto del titán Kansas que hace que ni la crisis afecte el famoso «siempre está lleno, llenísimo»?
Trataré de responder las incógnitas: en principio dado que a Kansas lo percibo como un restaurant de comida rápida más elaborada, o de mejor calidad, no suelo esperar por el beeper. O bien voy en horarios insólitos: cenas a las 19.30 o me siento en la extensa barra donde preparan los cocktails por la cual no hay que anotarse ni esperar, simplemente sentarse apenas se libera un lugar. Como no suelo esperar mucho, ya todo me predispone mejor, lo reconozco. Además hay happy-hour en la semana con muy buenos precios de los appetizers, así que salir de la oficina rumbo a Kansas, es un gran plan.
Tras haber ido muchas veces con Mati y en diferentes oportunidades, tengo una idea de lo que nos gusta, y de lo que no, por ejemplo, siendo una propuesta súper yanqui, no consideramos que tengan una hamburguesa interesante, sin embargo el Club Sándwich de jamón, queso, bacon, pollo fileteado con lechuga y tomate en pan de trigo, nos encanta, y es una porción digna de compartir ya que vienen 4 sándwichs con fritas, siempre.
Por otro lado los precios no suelen estar tan arriba del promedio de «salir a comer afuera», porque las porciones se pueden compartir, y hay algunos datos interesantes. Las carnes, donde lo que más suele salir son las Houston ribs (costillar de cerdo asado a fuego lento con barbacoa), sale con fritas o papa rellena y coleslaw, y todas tienen el adicional de venir con una ensalada «gratis», de entrada. Sea la Caesar o una mediterránea de hojas verdes. Y hablando de Caesar, todo fan de Kansas va a defender el monopolio de la Avenida Libertador debido a la ensalada más crujiente y con una vinagreta secreta.
No es para nada light: excepto las lechugas crocantes y frescas, el dressing y los croutons en abundancia, y el queso parmesano en cantidades XL, ya te dicen todo. Como principal se puede pedir sola o con salmón a la leña, pollo frito o a grillado. También con camarones, grillados o rebozados, todas las versiones, exquisitas. Los precios van de $190 a $220. Es una porción súper generosa para compartir o para satisfacer a cualquiera que no suele comer ensaladas. Compite cabeza a cabeza con la Caesar de Mark´s, otra versión que nos gusta mucho.
Las entradas al igual que los postres, son los más populares. La versión Kansas de nachos es única: nachos gratinados con queso, carne molida, cream cheese, pico de gallo, porotos negros: bien al estilo tex-mex. A nosotros nos encanta el Chicago Spinach Dip, espinaca gratinada con mucho queso y dips crujientes y también el salmón a la leña que viene con tostaditas y una dressing casera.
Uno de los postres más famosos que no estaba en la carta, es el Going Bananas: budín húmedo de banana, con coco, helado de crema y dulce de leche tibio. Para compartir o morir en el intento. Uno de los fuertes de Kansas es que no cobran cubierto, haciendo en familia un plan más accesible si se considera el monto al final. Además hay opciones infantiles con merchandising de Gaturro inclusive.
Las pastas son muy buenas, la Arizona sale mucho y son penne rigatti italianos con salsa Alfredo, pollo, cherries y especias. Los pescados son otra opción como el Kansas Grilled Trout, un filet de trucha parrillada a la leña acompañado de cous cous. Y si me quiero cuidar, la ensalada mediterránea, con lechugas, cherries, tortillita, pollo grillado, dressing cítrica, queso feta y aceitunas, es mi opción número uno.
Los cocktails son muy buenos: la Caipirinha de Macaruyá es nuestra aliada de siempre si vamos a beber en la comida junto a los nachos más potentes de la ciudad.
En resumen: Kansas nos gusta mucho pero no nos ponemos la camiseta. Hay días en que hemos comido mejor que otros, pese a que reconocemos que la calidad estándar es buena, y que incluso si un plato no te gusta, ofrecen a cambiarlo. En ese sentido funciona una lógica muy norteamericana con respecto al consumidor, y eso le suma un extra.
Las esperas suelen ser larguísimas y con familias ansiosas con niños, esperando a ingresar, lo cual le resta puntos, pero dado que solemos comer en la barra, porque no vamos a producirnos para comer unas ribs de cerdo, no nos preocupa. Eso sí: la atmósfera Kansas tiene algo donde todos quieren ser vistos, y observar, un punto que muchos critican, pero es lógico: está en una zona coqueta de la ciudad. También hay Kansas en Pilar y San Isidro, y nosotros solemos ir por distancia al del Hipódromo de Palermo en Avenida Libertador 4625.
Todos merecemos pasar por allí, probar las ribs, y contar la experiencia. Si se sientan en la barra, mejor, pero esa es otra nota, acerca de la mística de sentarse a comer o beber en barras.