Una de las mejores series de posapocalipsis se estrenó en silencio en la plataforma de HBO: Estación Once. Basada en una novela de hace algunos años, escenifica una gripe que acaba con la humanidad para hablar de la relación de la vida y el arte.
Por Werner Pertot
¿Alguna vez te perdiste tanto en un libro que te costó volver? ¿Alguna vez jugaste tantas horas un videojuego que ya no tenías ganas de regresar a la realidad? ¿Alguna vez el mundo ficcional de un comic, una serie, una película o una obra de teatro te pareció que tenía más sentido que lo real? Si sentiste alguna vez esto, vas a volver a experimentarlo al ver a los personajes de Estación Once, la serie posapocalíptica de HBO Max que enfrenta a la humanidad a una gripe “que no incuba, sino que estalla” y que borra a la población mundial. Sobre ese fondo, los que reconstruyen los restos del mundo encuentran su lugar en la relación con el arte.
La historia está narrada magistralmente en una serie de secuencias temporales que se imbrican sin confundir al espectador: los personajes aparecen en su vida antes de la gripe mortal, en los primeros cien días del apocalipsis y –sobre todo, porque esta es la parte más interesante- en el posapocalipsis y en la reconstrucción del mundo. Ahí seguimos a una compañía ambulante de actores shakespereanos que recorren los pueblos que se van rearmando con los que sobrevivieron a la gripe mortal.
La historia, basada en la novela de Emily St. John Mandel del mismo nombre, por supuesto no tiene nada que ver con nuestra estación Once, ni con la tragedia de Once: se llama así por una historieta ficcional que aparece y que va a cruzar extrañamente a los personajes principales, todos obsesionados con los textos hipnóticos de ese comic (algunos hablan de cómo vivir en comunidad, como el que dice “para los monstruos, nosotros somos los monstruos”, otros plantean problemas existenciales, como el que afirma “no quiero vivir la vida equivocada y luego morir”).
Los obsesionados con ese texto son la protagonista de la serie, una actriz shakespereana que suele hacer el rol principal (Hamlet, en este caso), llamada Kirsten, y un personaje más oscuro, al que al comienzo conoceremos como El Profeta, y que tiene una serie de niños y adolescentes que lo siguen: aquellos que nacieron después del virus y a los que se conoce como PosPan (pospandémicos, mientras que el resto de los sobrevivientes son “Prepan”, y se los acusa de querer traer los traumas del viejo mundo que se terminó al nuevo). Dato: la novela es de 2014, por lo cual no tiene relación con la pandemia real que vivimos. De hecho, es el telón de fondo para desarrollar una tragedia humana.
La relación con el pasado, por ejemplo, juega un carácter central. ¿Qué se hace después del fin del mundo? ¿Reconstruir el viejo mundo como lo conocíamos? ¿O crear uno nuevo? En la historia, el primero es el propósito de uno de los grupos que aparece, que intenta montar un Museo de la Civilización para recordarlo todo. También está la otra opción: prender fuego al pasado y empezar todo de cero, como una tabla rasa. Es el mandato pospunk que aparece bajo la frase: “No hay antes” (que se contrapone al viejo rezo punk: “No hay futuro).
Es impresionante como se destaca esta serie sobre el universo de series y películas de apocalipsis, muy visitados por esta época. Primero, porque si bien no está exenta de mostrar la maldad humana, se aleja del clásico tópico del “hombre lobo del hombre” que suelen mostrar estas series. En lugar de eso, se introduce con mucha intensidad en las angustias de vivir, en la búsqueda de un propósito y en como el arte puede ayudar a curar y a dar sentido.
Es por eso que la mayoría de las historias giran sobre una obra de teatro que las y los protagonistas están preparando (en verdad, distintas obras en distintos momentos). La representación de los clásicos de Shakespeare es releída como psicodrama para curar viejos traumas familiares, o para representar las posibilidades iconoclastas de ese presente de tierra arrasada.
Todo sorprende en Estación Once: desde la introducción de una escena de rap en el momento más tétrico de algunos de los personajes, pasando por un discurso famoso de una película de cine catástrofe en una audición de teatro. Y demuestra que, aún en un género remanido, las buenas actuaciones y las buenas ideas de guión y dirección pueden traer un resultado sorprendente. Y que es capaz de emocionar hasta las lágrimas.
Estación Once puede verse en HBO Max. Tiene ocho capítulos de aproximadamente una hora cada uno.