«La comida no se tira», aquella frase conocida por todos e inculcada en la niñez se convirtió en el slogan del proyecto Heladera Social que pusieron en práctica tres restaurantes de Tucumán, y apunta a que los locales gastronómicos mantengan refrigerada y en la vereda la comida que no pudo ser vendida ni fue tocada por los clientes. De este modo, quienes no puedan pagar, simplemente abrirán la heladera y retirarán lo que necesiten.
La iniciativa nació de la mano de Fernando Ríos, Luis Pondal y Daniela Viñas, dueños de distintos restos de San Miguel de Tucumán. En la mayoría de establecimientos gastronómicos se produce muchísima comida que los clientes no tocan: antes, todo eso iba a los desechos, pero ahora están a disposición de los que menos tienen.
«La comíamos nosotros, pero es realmente mucho y la mayoría se tiraba», aseguró Fernando en una entrevista con Periódico Móvil, sobre ese excedente de alimento. En realidad, el ideólogo detalló dos categorías: los platos que los clientes no tocaron -porque no se lo preparó a su gusto o porque hubo un error en el pedido- es «sobrante», mientras que el «excedente» es la comida elaborada que se ha preparado con anticipación, pero que no se vendió durante la jornada.
La comida se guarda en porciones individuales, en un envase descartable y envuelta en un papel film, de manera que la persona que la retira pueda llevarla. “La heladera está abierta desde las 9 hasta las 12 de la noche y es administrada por todo el personal de Muña Muña, que se encarga de reponer y sacar los alimentos, que hasta la hora del cierre no fueron levantados”, explica Fernando, dueño de Muña Muña, restaurant pionero en esta iniciativa.