El fenómeno de las golosinas en Argentina es casi único en el mundo. Basta con observar la gran cantidad de kioscos que existen por manzana. La variedad es amplia, pero sin duda el alfajor es un clásico que trasciende todas las modas y se ubica como un clásico del bolsillo o guardapolvo del colegio, pero… ¿puede que estemos comiendo demasiados?

Un estudio realizado recientemente por  la Asociación de Distribuidores de Golosinas y Afines (ADGyA) asegura que los argentinos comemos 1.000 millones de alfajores al año, unos tres millones por día o 24 unidades por persona por año, aunque la cifra podría ser bastante mayor porque “existe un mercado informal que modifica el número estimado”, explica Ricardo Lorenzo, gerente de Gestión de la ADGyA.

El principal canal de venta de esta categoría es el kiosco, donde se pueden encontrar alfajores con precios que van desde los $4 a los $20. Es que la categoría, dice Lorenzo, “es una de las de mayor variedad de oferta en cuanto a marcas, sabores, presentaciones, alternativas de precios y gramajes”. En total, el negocio mueve, al menos, $7.800 millones anuales.

Aunque se trata de un mercado muy atomizado, en el que participan muchos pequeños jugadores y se acumulan más de 100 marcas, el share por empresa está liderado por Arcor, con sus alfajores Bon o Bon, Blanco y Negro, Cofler, mini torta Aguila, Tofi y Tatín. La otra gran empresa que juega en este mercado es Mondelez, con las marcas Terrabusi, Milka, Tita, Oreo, Pepitos, Shot y Suchard.

Ya en los 80, se había dado el boom de los alfajores triples, que llegaron de la mano de la nacional Fantoche. Hoy Fantoche tiene también una variedad de alfajores “mini”, que, sumada a los simples y triples, redondea una producción de 700.000 unidades diarias en su planta de Lugano.

Otras dos marcas líderes en este mercado son Jorgito y Guaymallén. La primera nació en la década del 60 y se expandió gracias a la entonces novedosa estrategia de vender en los colegios y en las canchas de fútbol. Guaymallén conquistó los sectores populares vendiéndose a precios muy económicos en terminales de ómnibus y trenes.

En síntesis, y sea cual sea tu preferido, sin dudas el alfajor es el más aclamado clásico argentino.