Las grandes plataformas de streaming hicieron un choque de estrenos la semana pasada con la aparición simultánea de Obi-Wan Kenobi en Disney+ y de la cuarta temporada de Stranger Things en Netflix. Una pequeña reseña de cada una de las series.
Por Werner Pertot
El estreno doble de Netflix y Disney+ fue una forma de medir dos plataformas que pugna y dos formas distintas de distribución de los contenidos. Netflix, que viene todavía en el primer lugar en términos de usuarios con respecto a las otras plataformas, también es la que más clientes está perdiendo y eso lo llevó a tomar una serie de medidas, entre las cuales se nota que puso todo el dinero en producir esta nueva temporada de Stranger Things.
La plataforma de la N roja necesita conservar usuarios y para eso necesita tanques que los atraigan. De otro lado, Disney+ viene creciendo en base a los estrenos de dos de sus franquicias principales: Marvel y Star Wars. El estreno de Obi-Wan fue un punto fuerte en su plataforma.
Puede que haya sido una coincidencia el doble estreno del viernes pasado (después de todo, Disney tenía la convenciónj Star Wars Celebration y eso puede haber hecho que moviera el estreno del día habitual –que es los miércoles- a un viernes). Pero también puede que fuera una estrategia para medir estrenos de tanques. De todas formas, cada una de las plataformas eligió una lógica diferente para su serie.
Netflix siguió con el estilo que patentó de presentar todos los episodios juntos, lo que favorece el binge-watching o maratoneo. Mientras que Disney siguió con la lógica episódica: entrenó dos episodios y el resto se irán viendo uno por semana. Se trata de dos formas de distribución que están hoy en pugna, con Netflix tensionado para revisar la forma en que la lanza las series en función de conservar audiencias por más tiempo.
Este choque de plataformas seguramente siga sin eventos tan notorios como el del viernes pasado, pero la pelea por la atención (y la billetera) de los usuarios claramente sigue. A continuación, una pequeña reseña de las dos series que se estrenaron.
Advertencia: hay ligeros spoilers de ambas series. Y algunos no tan ligeros.
Obi-Wan
La serie que tiene como protagonista al jedi Obi-Wan Kenobi ocurre entre el episodio 3 y el 4, es decir, después de la gran masacre de los jedis y antes de los hechos de la trilogía original de Star Wars. Kenobi está oculto en Tatooine cuidando a un niño Luke Skywalker, pero desde la distancia. Es un Kenobi quebrado, sin ganas de pelear luego de la derrota masiva que sufrieron.
Tiene una vida monótona y repetitiva como obrero. Todavía no es el ermitaño de episodio 4, pero ya vive en una cueva. Se lo ve, en todo sentido, derrotado: no quiere pelear y aconseja a quienes quieren oponerse al Imperio que se escondan y no den batalla. Son incontables los momentos en que agacha la cabeza.
Luego, algo lo obligará a pasar a la acción: ahí vemos un Kenobi fuera de práctica, que recibe más golpes de los que da. Y que tarda en decidir volver a sus viejos métodos de la Fuerza. A su vez, es un Kenobi que se aleja de los brillantes caballeros de otras épocas y recurre a trucos sucios para vencer a sus enemigos. Hay una transición del Kenobi de las precuelas al Kenobi de la trilogía clásica, que era un jedi pero también tenía calle.
La serie también nos presenta a sus adversarios, a quien ya pudimos ver en trailers: los inquisidores. Para decirlo en una palabra, son caza-jedis. En particular, el Gran Inquisidor es destacable por la violencia contenida que transmite.
Su primer discurso se asemeja al Agente Smith hablando de los humanos en Matrix. Algunos lo comparan también con el nazi de Bastardos sin Gloria y su forma de perseguir a los judíos. El gran contraste entre este genio táctico lo va a dar la impulsiva inquisidora Reva. Es un clásico de Star Wars mostrar la rivalidad y las internas entre los villanos.
Pero la gran sorpresa de esta serie –y dijimos que iba a haber algunos spoilers- es la aparición de la pequeña princesa Leia (interpretada por Vivien Lyra Blair, que logra una buena química con Ewan McGreggor) Es una princesa que no quiere ser princesa: es rebelde, traviesa, exploradora y dura. Es básicamente como su madre (así como Luke se parece al padre). Esto está tan marcado en la serie que cuando Obi-Wan se lo dice es casi como si te lo resaltaran con un marcador.
Lo que nos lleva al sentido que termina cobrando la serie para los fans de Star Wars: se trata de contar la historia de cómo Leia lo conoce a Obi-Wan. Es algo que no se contó en ninguna de las películas, pero es la base de la que dio origen a toda la saga (“Obi-Wan, eres nuestra única esperanza”). Otra vez Disney nos vendió una serie que no sabíamos que necesitábamos.
Stranger Things 4
La cuarta temporada de Stranger Things muestra a su vez el declive de la serie y la voluntad de Netflix de mantenerla a flote. A diferencia de otras veces, esta temporada está dividida en dos partes: ya hay siete largos episodios disponibles y los dos finales se estrenan el 1 de julio.
Y cuando digo “largos” quiero decir LARGOS. Cada episodio dura más de una hora y el que termina esta primera parte dura una hora cuarenta. Pero eso no es nada: el final de temporadas va a durar dos horas cuarenta. Directamente, una película.
Y en todo sentido, también en el nivel de producción que tiene cada capítulo: locaciones varias, mucha guita en los efectos, escenas de calidad cine. Los episodios costaron más de 30 millones de dólares cada uno. Ahora bien, el dinero se nota, pero quizás no mejora tanto, no obstante, en términos del guión. Vamos a decirlo: es entretenida, pero es un poco más de lo mismo.
Los peores momentos: todo lo que voy a llamar la “Linea Kamchatka” que es el rescate de Hopper -que encima ya sabemos que está vivo hace como dos años, por una serie de trailers- de Rusia, donde está preso. Sin revelar nada, puedo decirles que la forma en la que sobrevive Hopper es tan creativa como la forma en la que sobrevive Boba Fett en su serie.
Tiene, además, una serie de clisés sobre la adolescencia y la angustia de crecer que hubiera preferido que me ahorren. Los lugares comunes también se extienden a los rusos malos, malísimos de las películas de la guerra fría.
Son buenas, por otra parte, las incorporaciones de nuevos personajes, como el metalero Eddie Munson, que les dirige juegos de rol. También hay que destacar la actuación en esta temporada de Sadie Sink (Max). Esa piba puede emerger, finalmente, como la gran actriz que nos deja esta serie. La otra que hace un gran trabajo es Maya Hawke (Robin), que vuelve a darle cuerpo y matices a su personaje.
Con Eleven (Millie Bobby Brown), en cambio, hacen desastres. La primera escena da la idea de que esta temporada nos va a mostrar un costado mucho más oscuro de Eleven. Pero esa línea narrativa más osada va diluyéndose al pasar de los capítulos.
El villano Vecna es menos interesante que los anteriores: es casi formulaico. Su nombre sale, como se ve en la serie, de otro villano famoso de los juegos de rol. Pero en la práctica es una suerte de Freddy Krueger (hasta tiene garras de ese estilo), que persigue a sus víctimas y las ataca con sus traumas y peores miedos. Para subrayar esto, también trajeron –en otro rol- al actor de Freddy Krueger, Robert Englund.
Mi impresión general es que, en un momento en el que Netflix en una situación de dificultad, de cómo seguir no quiere tomar riesgos. Y no puedo dejar de sentir que es una ficción que ya está en su tiempo de descuento. De todas formas, no deja de ser una serie entretenida que depende un poco menos de la nostalgia y explora más el género del horror ochentoso.