El verano se aproxima y ya para esta semana se esperan temperaturas que superen los 30 grados, lo que enciende el alerta sobre los tan peligrosos «golpes de calor».
Un golpe de calor es el aumento de la temperatura del cuerpo por una exposición prolongada al sol (insolación clásica) o por hacer ejercicios en ambientes calurosos o con poca ventilación, al punto que el cuerpo pierde agua y sales esenciales para su buen funcionamiento.
Los síntomas para reconocer que estamos sufriendo un golpe de calor son la sed intensa y sequedad en la boca; temperatura mayor a 39º C (medida en la axila); sudoración excesiva; sensación de calor sofocante; piel seca; agotamiento, cansancio o debilidad; mareos o desmayo; vértigo; calambres musculares; agitación; dolores de estómago, falta de apetito, náuseas o vómitos; dolores de cabeza; estado de confusión, desorientación, delirio o incluso coma o convulsiones.
Para prevenir un golpe de calor es importante evitar bebidas con cafeína o con azúcar en exceso; evitar bebidas muy frías o muy calientes; evitar comidas pesadas; evitar bebidas con alcohol ya que aumentan la temperatura corporal y las pérdidas de líquido. No es conveniente tomar cerveza ante la sed y el calor; y evitar la actividad física intensa.
En caso de padecer un golpe de calor, hay que ofrecer agua fresca (o incluso agua con una cucharadita de sal); trasladar a la persona a un lugar fresco y ventilado; no administrar medicamentos antifebriles; no friccionar la piel con alcohol.