En el país nipón los consumidores de chocolate van un paso más adelante: necesitan innovación de sabores y colores, eso sí, con la base que todos conocemos.
Hace una cuestión de meses la afamada golosina Kit-Kat volvió a las góndolas argentinas para deleite de muchos. La fórmula es sencilla y resulta: una oblea de chocolate bañada, sabrosa y crujiente.
Sin embargo, del otro lado del continente, más precisamente en el continente asiático, los japoneses parecen haber encontrado en la tradicional golosina estadounidense un punto de partida para múltples creaciones. En tan solo 15 años, ya desarrollaron más de 200 sabores diferentes.
Este auge de innovación comenzó con el cambio de siglo, y la primer edición saborizada tuvo a la frutilla como protagonista en el año 2000. Hoy en día, los sabores son muchos: té verde, cheesecake de limón, jengibre, queso eueopeo, caramel macchiato, bebidas típicas niponas y por supuesto, wasabi, entre otras.
Miki Kanoh, representante de Nestlé Japón, asegura que la raíz de esta creatividad desmesurada tiene que ver con la población, que requiere novedades en la góndola en el lapso de dos o tres semanas como mucho. Por este motivo, las ediciones especiales son limitadas, y si resultan exitosas, pueden ganarse un lugar permanente.
Muchos de los sabores se venden solo en regiones específicas del país por la particularidad de los productos de cada zona. Kanoh resalta que esta particularidad contribuye también a la hora de elegir el packaging adecuado, pensado para regalar como souvenirs. Por ejemplo, en vez de regalar Itohkyuemon (té japonés fabricado en Kyoto), se regala el Kit Kat saborizado.
Pero esto no termina acá. Además de la decena de variedades, se venden en formato «listo para hornear», y para dar cuenta del fanatismo de los japoneses por los Kit Kat saborizados, basta con decir que existe en Tokio una boutique especialmente dedicada a estos chocolates.