Por Werner Pertot

La nueva versión de Batman nos trae un superhéroe depresivo, pero que se destaca por su rol como detective y por su fragilidad como superhéroe.

Ya tuvimos un Batman de Tim Burton, oscuro y vengativo. Tuvimos un Batman de Nolan que hace su carrera desde los orígenes hasta pelear con uno de los mejores Jokers y más allá. Tuvimos Batmans setentosos que bailaban, Batmans psicodélicos que mejor olvidar, hasta un Batman Lego. Todos los Batmans, el Batman. La pregunta, entonces, es: ¿necesitábamos un nuevo Batman? ¿Qué tiene para ofrecernos la reciente The Batman, dirigida por Matt Reeves, y protagonizada por Robert Pattinson? ¿Es su lógica emo y noir una diferencia con encarnaciones anteriores? No. ¿Es la violencia del personaje un rasgo distintivo? Tampoco. Entonces, ¿vale la pena? Mi respuesta es: sí.

Esta versión de Batman consigue explorar en otros aspectos del personaje, como el relato de sus primeros años y un cierto aspecto fallido del personaje, pero sobre todo en su lógica de ser “el mejor detective del mundo”. La película funciona bien cuando se comporta como un policial, con Batman siguiendo las huellas de su enemigo El Acertijo (interpretado por Paul Dano con una locura que da miedo). Y hace agua cuando intentan construir una historia para Bruce Wayne.

No alcanzaba con cambiar la estética, el traje, el Batimovil, darle otro carácter a villanos super explotados como Gatúbela o el Pingüíno. Una nueva Batman, a esta altura, necesita algo más que un rebranding: necesita un motivo nuevo para existir, algo que no nos hayan contado. Por eso, algunas críticas a las películas tienen razón en afirmar que mucho de lo que trae ya lo vimos alguna vez en otras iteraciones del personaje: la oscuridad, la violencia, la angustia, los límites borrosos de un vigilante que golpea delincuentes.  Todo eso ya lo vimos. 

¿Y entonces? ¿Por qué ver la nueva Batman? Yo encontré la respuesta en un uso que hacen de una faceta no tan explorada en las otras películas: el Batman detective. Al estilo de Seven, el Acertijo va a ir dejando un tendal de muertos –todos poderosos de Gothan y, como en un momento advierte Gatúbela, todos “hombres blancos ricos”- y Batman deberá interpretar las pistas que le va dejando, analizar los acertijos pero también usar la investigación forense. Un regreso a la faceta investigativa de Batman que es muy bienvenido, más que nada, porque es un cambio sobre los otros Batmans justiticieros e incluso sobre el Batman organizador de la Liga de la Justicia que interpretó Ben Affleck.

Eso es refrescante. Los puntos más interesantes de la película –que dura casi tres horas y a la que le sobra, a mi juicio, un cuarto de hora- son los de la investigación que llevan adelante él y el policía Jim Gordon como un duo de detectives sacados de True Detective. En cambio, los puntos más flojos son cuando Pattinson se saca el traje e intenta hacer de Bruce Wayne. Logra poco más que poner cara de deprimido o enojado por la muerte de sus padres. Casi que hubiera deseado que no se sacara nunca la máscara. Eso, no obstante, tiene una vuelta de tuerca cuando se plantea uno de los noemas detrás de Batman: la máscara es, en realidad, Bruce Wayne. Él es Batman. Siempre lo fue.

El otro punto que me resultó distinto fue que es un Batman en sus inicios (es su segundo año como superhéroe encapuchado) y lo hacen notar a través de toda la película: no solo recibe muchos más golpes que sus antecesores, porque todavía está aprendiendo como pelear con 20 personas a la vez, sino que lo vemos cometer errores, incluso con miedo a tirarse de un edificio por primera vez. Es muy distinto al Batman de la primera de Nolan, donde lo veíamos construir el traje, aprender a pelear, equivocarse y aprender. Acá ya todo eso lo tiene ya (y gracias a Reeves por no mostrarnos de nuevo la muerte de sus padres), no se trata de una película donde hace el clásico arco de aprendizaje: simplemente está en sus primeros años y el aprendizaje no se da en unas semanas sino a lo largo de un tiempo más largo. 

Todo esto nos remite, por supuesto, a un comic fundacional de Batman, llamado Batman: año uno en el que Frank Miller nos muestra los titubeantes inicios del caballero de la noche. La película se inspira fuertemente en esa historieta y en un grupo más de comics detectivescos, como reseñó por acá Alejo Zagalsky. Allí también Batman comete errores, lo golpean, hasta recibe disparos (cuando vean la película, si no lo hicieron ya, cuenten la cantidad de veces que lo salva su armadura).

Batman siempre fue interesante por su extenso set de villanos y acá no es distinto: el Acertijo es probablemente la mejor versión que hemos visto hasta ahora de ese personaje (siendo la anterior la de Jim Carrey). El pingüino, con un irreconocible Corrin Farrel, queda medio fuera de foco, aunque ahora promete desarrollarse en un spin-off que planean sacar por HBO Max, donde le darán más historia a este personaje. 

En cambio, Gatúbela, si bien es una figura fuerte y empoderada, me decepcionó un poco. Sobre todo, me molestó que la podrían sacar completamente de la película y nada cambia. El primer encuentro entre “the bat and the cat” y su primera pelea es tan veloz que parecen estar queriendo sacársela de encima. La historia de amor entre ellos resulta un tanto forzada. La mejor Catwoman es y seguirá siendo la que compuso Michelle Pfeiffer hace décadas. No hay con qué darle. 

No obstante ese personaje tiene un momento de inspiración, como señalaron algunas críticas, cuando le dice a Batman que se nota que creció siendo rico, varón y con privilegios. Viniendo de una actriz de piel oscura como Zoë Kravitz, el punto de un rico blanco que golpea a pobres delincuentes podría haber desencadenado una discusión interesante. Sobre todo porque empezó por una víctima mujer a la que Batman cuestiona por sus “decisiones” (le faltó decir que tenía la pollerita corta). Lamentablemente, ese momento es breve y no explotaron ese contrapunto que podría haber sido más que interesante (después de todo Gatúbela es una mujer que creció pobre y que roba a millonarios) de tener algún efecto en Batman. 

Un último punto que explora esta película –y que es claramente una preocupación de Hollywood, porque viene apareciendo recurrentemente- es la aparición de grupos armados y conspirativos del estilo de los que tomaron el Capitolio en la vida real. El Acertijo se construye a la imagen y semejanza de esos grupos de la alt-right que acumulan armas y teorías conspirativas sobre el Gobierno. También hay un paralelo interesante sobre cuán cerca podría estar Batman en convertirse en uno más de esos sectores de ultraderecha. 

Una película, entonces, que nos trae un nuevo Batman que quizás no necesitábamos, pero que introduce algunos aspectos nuevos y deja algunos temas de debate, tal vez incluso a pesar de si misma.