Con el distanciamiento social, volvió el autocine. Lo que era furor en la década del 60, se aggiorna a las necesidades y tecnología de hoy. Un plan diferente para todos los que buscan nuevas opciones para entretenerse en estos tiempos de pandemia.
Cada vez son más los predios al aire libre que convirtieron su espacio en un autocine. El de San Isidro, a orillas del río fue el primero en abrir en agosto pasado, y gracias a la buena repercusión que tuvo, rápidamente se sumaron muchos más. Al día de hoy ya hay autocines funcionando en la Ciudad de Buenos Aires, Lomas de Zamora, Canning, La Plata, entre otros.
Para crearlos, se priorizó el uso de grandes espacios al aire libre y así cumplir con los protocolos que la realidad demanda. Por ejemplo, el autocine de Lomas de Zamora, se construyó en un estacionamiento y en el caso de La Rural, se remodeló una de las salas de exposiciones para permitir el ingreso de los autos. La capacidad depende de cada centro, pero generalmente pueden ingresar hasta 100 vehículos.
En cuanto a las funciones, se realizan dos por día, una en el horario de la tarde y otra en el horario de la noche. La cartelera suele variar de acuerdo a cada cine, ya que no se proyectan únicamente películas nuevas o de estreno. Hay funciones para todos los gustos, desde películas infantiles, terror, acción, clásicos y más.
El valor de la entrada por vehículo ronda los $1500, y se adquiere exclusivamente de forma online. En cuanto a la capacidad máxima, cada vehículo puede ingresar con la capacidad máxima de personas que este permita. En el predio se ofrece un servicio gastronómico idéntico al del cine, con pochoclos, bebidas y hasta opciones gourmet.
El autocine es un plan divertido y diferente, ideal para compartir en familia o en pareja. Tanto la calidad de la imagen como del sonido son de muy buena calidad y para disfrutar de la función basta con sintonizar el dial correspondiente en la radio del vehículo. Entre tantas limitaciones y hasta la vuelta de los cines, la vuelta de este clásico nos trae un poco de alegría.
Por Bianca Soifer