No es novedad. La golosina más popular de nuestro país es el alfajor. De hecho, se consumen seis millones por día y es una tendencia en aumento.
En su libro Alfajor argentino, historia de un ícono, Jorge D’Agostini cuenta que, de origen árabe, el alfajor llegó a Sudamérica en el siglo XV y se llamaba “al-hasú”, que significa relleno, resume el diario Clarín. Además, el libro cuenta que la Constitución Nacional de 1853 fue redactada en Merengo, una fábrica de alfajores de Santa Fe. Y, como souvenir, los constituyentes llevaron por primera vez a sus provincias el alfajor de dulce de leche.
Según un informe de Nielsen NRI, en 2016 se fabricaron en la Argentina 38.362 toneladas de alfajores: 16.713 de alfajores simples y 21.649 de triples. En kioscos, almacenes y autoservicios, las ventas de alfajores representan el 85% de las “ocasiones de compra”.
Con entrada libre y gratuita, del 11 a 18, y hasta el 13 de septiembre, en la sede del Museo de la Ciudad, Casa Altos de Elorriaga (Defensa 187), se lleva adelante la exposición El alfajor, un ícono argentino. La muestra la dirige Jorge D’Agostini, que a su vez presenta el libro Alfajor argentino, historia de un ícono. “En la Argentina tenemos un paladar muy árabe. Nos gustan los sabores intensamente dulces. Por eso el alfajor prosperó y sigue vigente”, señala D’Agostini. Y agrega: “El primer registro gráfico que se tiene es de un cuadro de 1844, donde se ve a una vendedora ambulante que llevaba alfajores en una bandeja. Un siglo después se produjo el salto de lo casero a la industrial”.