Las barras de cereal, golosinas, frutos secos, huevos, quesos, papas fritas y gaseosas son algunos de los alimentos más adictivos para el cerebro humano, según reveló un estudio realizado por científicos de la Universidad de Michigan.
La investigación añadió que la adicción a estos productos es similar a la generada por las drogas. Según el estudio, al tope del ranking se encuentran la pizza, seguida por el chocolate, las papas fritas en bolsa, las galletitas de chocolate y, ya en el quinto lugar, al helado.
De acuerdo a la investigación, todo aquello que contenga azúcar o grasa es más susceptible de volverse adictivo que un simple plato de verduras o una ración de fruta. “Existen evidencias de que los hidratos de carbono y las grasas generan una adicción similar a la que producen la cocaína o el tabaco”, explicó el nutricionista Norberto Russo al periódico El Día de La Plata. En este sentido, el especialista agregó que “lleva no menos de nueve meses lograr que nuestro cerebro termine reconociendo como deseables opciones que antes solía rechazar”.
En sexto lugar, después del helado, se encuentran las papas fritas naturales (o sea, las no empaquetadas), seguidas por las hamburguesas con queso, las gaseosas, las tortas y, en el puesto número diez, los quesos.
Los quince alimentos restantes señalados por los investigadores norteamericanos son la panceta, el pollo frito, los bollos de grasa, los pochoclos con manteca, los cereales, las golosinas, la carne, las magdalenas, los frutos secos, los huevos, la pechuga de pollo, los pretzels, los crackers, el agua y, finalmente, las barritas energéticas.
El experimento se realizó junto a 120 voluntarios a los que se pidió que clasificaran 35 alimentos por su capacidad adictiva. Los resultados revelaron que los alimentos con mayor índice glucémico y grasas, se asociaban a una mayor frecuencia de comportamientos similares a la adicción de los drogadictos.
Según Russo, para romper esa adicción “no sirve reducir gradualmente su consumo, hay que interrumpirlo en forma abrupta y ofrecerle al paciente recursos para compensar la necesidad que su organismo va a sentir al principio. Para ello se reemplazan los hidratos de carbono con una cantidad proporcional de proteínas de origen animal y vegetal”.