Oriunda de Francia, esta variedad se usó históricamente para blends debido a su gran estructura. Hoy, sin embargo, son cada vez más los enólogos que eligen embotellarla como monovarietal. Caraterísticas y curiosidades de este intrigante varietal que en suelo argentino parece haber encontrado su mejor epresión.
La variedad Petit Verdot es de la familia de uvas de «ciclo largo», es por eso que los climas fríos de su Francia natal rara vez le permiten alcanzar la madurez ideal. Tal es así que esta uva «inmadura» resulta en vinos muy potentes, por lo que históricamente su uso en el país galo se limita a aportar color y taninos a otros tintos en cortes. En Argentina, en cambio, las condiciones climáticas (climas soleados y gran amplitud térmica) permiten a la vid completar su proceso a la perfección logrando una buena maduración y dejando de lado lo rústico para revelar perfiles florales, de fruta negra, grafito y mentol.
Si bien en nuestro país el Petit Verdot se sigue utilizando en cortes gracias a su aporte de estructura, taninos y color, cada vez son más los enólogos argentinos que se atreven a embotellarlo como monovarietal, dando como resultado vinos intrigantes y con mucha potencia.
Para este tipo de vino, que en boca se percibe súper intenso gracias a sus firmes taninos y gran cuerpo, las carnes rojas siempre son una buena opción. Puede ser un clásico corte de vacuno o una carne más salvaje, como por ejemplo, conejo o jabalí. En esa línea, los guisos especiados también pueden constituir una buena opción así como un plato de pastas con salsa de tomates.
La variedad Petit Verdot también se da muy bien en países como Chile, Australia y Estados Unidos, entre otros lugares con climas soleados. Como dice el dicho, “nadie es profeta en su tierra” y el Petit Verdot lo ha demostrado con creces tras haberse reinventado y desmarcado del mote de vino “duro” y rústico para ofrecer vinos cada vez más interesantes y amigables al paladar.