Llegan las 12 y es momento de brindar. Las copas se llenan con vino espumante para chocarse al ritmo de «Feliz año nuevo». Sin embargo, no solemos tener en cuenta la forma en que servimos el champagne. Por eso, dos científicos, el físico químico Gérard Liger-Belair de la University of Reims Champagne-?Ardenne y el químico Philippe Schmitt-Kopplin del Helmholz Center de Munich, decidieron analizar su efervescencia para poder explicar la mejor forma de llenar nuestras copas.
El sabor de nuestra bebida va a depender de las características del vino, la temperatura y el modo en que la servimos. Es que cuando descorchamos la botella, el gas sale disparado y «rompe» el equilibrio. El dióxido de carbono se escapa del vino mediante un millón de burbujas por copa. Ese momento de efervescencia es clave para poder disfrutar del champagne que debe estar a 8 o 10 °C como máximo. A esa temperatura se puede saborear mejor.
Por otro lado, los científicos aseguraron que no es recomendable brindar con las clásicas copas «flauta» que solemos utilizar. En cambio, prefieren las copas tipo tulipán que tienen una boca más ancha, ya que permiten que se disfruten los aromas del vino sin que se concentren demasiado las burbujas en la nariz.
Finalmente, para servir la copa debemos tener el vaso inclinado. Así, quedan más burbujas en la bebida al crearse menor turbulencia. Si se sirve en forma vertical, el champagne choca con el fondo de la copa y se pierden muchas burbujas de una.