El elegante Plaza Hotel de Retiro, que ofrece desde hace más de 40 años uno de los pucheros más clásicos de la ciudad, anunció que a partir de marzo próximo cerrará sus puertas durante tres años para someterse a una refacción integral, con el objetivo de volver a lucir la fachada que originalmente tuvo.

La noticia generó un aluvión de comensales deseosos por probar este plato típico que a partir del próximo sábado se podrá probar sábados y domingos, y es que nadie quiere perderse ahora una oportunidad que no se repetirá hasta 2020. De esta manera, hasta la tercera semana de septiembre, sábados y domingos al mediodía serán los días de puchero. El furor por este famoso plato provocó que sólo queden muy pocas reservas disponibles hasta el fin de la temporada, con cerca de 80 cubiertos por servicio.

La visita puede comenzar con un recorrido histórico por el hotel, que incluye sus nueve salones, armoniosamente unidos, pasando por habitaciones emblemáticas, sus restaurantes y la tan afamada cocina, en la que cerca de 40 personas trabajan por turnos con profesionalismo y dedicación. El tour finaliza en el Grill, donde tiene lugar el afamado ágape. El espacio mantiene la estructura y la ambientación originales: elegantes mesas y sillas con mantelería blanca, originales platos Villeroy & Boche exhibidos en vitrinas, mullidas alfombras, cubiertos de plata y hasta originales ventiladores paquistaníes forman parte de la decoración.

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Cinco ollas y otros tantos rechauds o calentadores se disponen estratégicamente ubicados en medio del salón para que cada comensal se acerque y elija qué servirse entre la variadísima oferta de carnes y acompañamientos. Asado de tira, falda, vacío, rabo, codillo de cerdo y gallina se presentan en ollas de hierro, cada corte hervido por separado. En los rechauds hay caracú, chorizo criollo, colorado y morcilla, panceta, cuerito de chancho, carré de cerdo y lengua. También, papas, batatas, calabazas, choclos, zanahorias, arroz, porotos, espinaca y repollo.

Más de 50 kilos de carne y 10 kilos de cada tubérculo son necesarios para cada mediodía. En el salón, el servicio responde eficientemente a las órdenes de Ángel Barrera, que lleva cuatro décadas trabajando en el hotel. Ningún empleado registra menos de 10 años de antigüedad, detalle que se percibe con placer y agradecimiento.

Luego del mentado puchero, una increíble mesa dulce ofrece delicias varias. Huevos quimbos, ambrosía, arroz con leche, yema quemada, queso y dulce, variedad de pastelitos, flan, gateau Alvear, alfajorcitos rogel y diversas frutas en almíbar resultan el cierre ideal, acompañados por el infaltable café.